Mi nombre es Valeria, todo comenzó el verano del dos mil ocho, yo tenía dieciocho años en ese entonces era la hija ejemplar que cualquier padre quisiera tener. Nada me preocupaba todo lo que quería me lo daban, me gustaba correr riesgos sin importar las consecuencias porque siempre había a quien echarle la culpa o quien me ayudara a resolverlo, pero de un día para otro todo eso podía cambiar.
¡Felicidades!, no sé qué le veían de bueno para celebrar, mi vida se estaba arruinando. No puedo estar embarazada a mi edad, mi novio me dejó hace dos meses no podía obligarlo a estar conmigo solo por este bebé, mis papas me van a correr de mi casa no me van a aceptar. ¡No! Yo no lo quiero, no lo voy a tener. Encontré el lugar, saque cita, no parecía un buen lugar pero fue el único en el cual me podían ayudar a quitarme este problema.
Era mi turno, estaba nerviosa, ese lugar me daba un mal presentimiento, estaba sucio el quirófano y emitía un olor desagradable, ya no había marcha atrás ya era tarde para arrepentirme, pero yo no podía ser madre aun no estoy lista, me recosté en la camilla y comenzaron; me desgarraban por dentro, tenía miedo por el lugar que no se veía con las condiciones necesarias para practicar esta operación, no sabía que me estaban haciendo quería gritarles que se detuvieran, me estaban lastimando. ¿Qué me están haciendo? ¿Es normal este dolor? ¡Terminen me duele!
Todo termino y sentía mucho dolor, comenzaba a sentir culpa por lo que hice pero es lo mejor estoy convencida que es lo mejor esto solo era un problema para mí, pero el bebé no tenía la culpa de mis errores ¿habrá sufrido? ¿Lo habrán lastimado tanto como a mí?, estaba adolorida con cada paso que daba sentía como si se estuvieran abriendo mis heridas, el doctor que me atendió había dicho que era algo normal y que con los días se pasaría el dolor, la cabeza me daba vueltas y cada vez el sentimiento de culpa se hacía más grande, habré hecho mal al abortar.
No creí que me sintiera así, la culpa y el remordimiento de que le había arrebatado la oportunidad de vivir a un ser inocente eran algo doloroso, si estaba convencida que era lo mejor para mí porque me siento tan mal, el dolor físico no dolía tanto como el moral. Llegando a mi casa actúe como si nada hubiera pasado, no debían sospechar que fue lo que había hecho, tome unos analgésicos para poder calmar el dolor, solo quería dormir y calmar a los demonios que poco a poco me estaban consumiendo el alma.
Durante los siguientes años nadie supo lo que hice, tuve pocas relaciones en mi vida, dos para ser exactos, me daba miedo volver a equivocarme, cuando veía que las cosas empezaban a ir más enserio las dejaba. No pude terminar la escuela, no soportaba estar dentro de un grupo de personas sin sentirme juzgada por mi pecado. Yo tuve la culpa no debí de tomar esa decisión que marcaría mi vida pero era necesario no podía tener un hijo a esa edad, aun así arruiné mi vida y ya no había marcha atrás, es un fantasma que en momentos de soledad, llegan con sus demonios y de manera sutil me atormentan.
-Lluvia-